lunes, 18 de julio de 2011

Libertad, libertad.

En el fondo, le pido perdón. Nunca quise hacerlo sentir incómodo. Solamente me ilusioné con una relación que no era más que encuentros y miradas de un azar un poco forzado.

Me encontré con él en la plaza. No me encontré con él, lo vi de espaldas. Suficiente para mí.
Di la vuelta y me senté a almorzar enfrente de él. Él estaba en un banco, leyendo.
Yo no quería hacer más de lo que hacía. Ver qué pasaba. Comí un poco, me tiré en el pasto, comí otro poco.  Papa en el tenedor y boca abierta como en mi casa, me encuentro que él me estaba mirando. 
¿Qué romántico?
Había guardado su libro y se había puesto el saco. Sólo me estaba mirando.
Yo lo miré, pero para ser sincera, estaba comiendo papa y no tenía ganas de disculparme por eso. Y él no me estaba saludando.
Entonces me di cuenta: su mirada era un desafío, una provocación a que desate el nudo de una relación que no era más que encuentros y miradas de un azar un poco forzado.
Me decidí a responder de alguna forma al desafío. Apoyo la bandeja y levanto la mirada, pero al mirarlo, el panorama es otro: él está saludando a un conocido que pasaba. Al segundo se despiden, pero ya es tarde: el clima de tensión desapareció. Su plan de exhortación ha fracasado.
Qué suerte; ninguno de los dos quería saber qué pasaría después de ese intercambio.
Él  se levanta y se va, yo me quedo comiendo y mirando. Queda algo de él: no queda nada.

1 comentario:

  1. Comunicas tanto.. Sos tan vos!

    Qué bonitud


    PD:Luego necesitaré asistencia estética para el blog.

    ResponderEliminar