sábado, 21 de noviembre de 2009

en rojo

De repente había que escapar.

No importaba correr entre camiones, gritando groserías. Las ciudades son oscuras y sus noches pesan llenas de luces rojas; ahí el asfalto y las diagonales están para correr, para esconderse.

Cruzar la calle sin perder el tiempo, una vieja lo recomienda. Una puede morir así, pero también es sentirse viva.


Especialmente ella, quería llegar a algún final. Como un pasadizo de nunca volver atrás, la vereda fue su hogar de proyecciones lineales, de esperar y buscar lo que vendrá.

Los encuentros, como obstáculos a su proyección, son miradas en rojo, duelen por su soledad.

Duelen porque la hacen encontrarse, entonces piensa y hace, pasar golpeando a la gente mientras corre.

No lastima, pero golpea para evitar el diálogo. ¿De qué puede servir encontrarse en ese estado, bajo la luz roja?

No olvidemos que la calle corre al borde de la vereda, llena de autos, vorágine, muerte.


La pregunta es si el encuentro final es verdadero. Es ella, y ella, y lo casual de un abrazo araña la noche.

3 comentarios:

  1. me gusta mucho lo q escribis...

    No sabía q tenias un blog...


    END POST

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  2. muy buenoo!!



    congratulaciones

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  3. la calle se choca con la calle
    hasta que vuelve a ser suelo

    en algun otro lado

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